
Auténtico couturier
Elaborada en seda salvaje, con cuatro grandes bolsillos delanteros, el verdadero protagonismo de esta gabardina se centra en la espalda, rasgo característico en los diseños de su autor, Cristóbal Balenciaga. Con un canesú que abraza una pieza inferior plisada, el resultado es que la prenda gane gran volumen y estructura.
A pesar de ser posterior a los 30, la hemos colocado en esta sala para remarcar el hito que cambiaría la historia de la moda, y es que en 1936, Balenciaga, se muda a París huyendo de la Guerra Civil Española. Un año después, presenta su primera colección, siendo todo un éxito y confirmando sus propias palabras: “Un modista debe ser arquitecto para los planos, escultor para formas, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo en el sentido de la medida”.

Cristóbal Balenciaga fue objeto de admiración para todos los diseñadores de su época, todos aquellos que acabarían dando lugar a grandes marcas, dedicaron en un momento u otro unas palabras al diseñador vasco. Givenchy lo llamaba “el arquitecto de la alta costura”, Christian Dior lo denominaba “el maestro de todos nosotros” y Gabrielle “Coco” Chanel, lo consideraba “El auténtico couturier”. A diferencia de lo que ocurría con Schiaparelli, Gabrielle Chanel sentía una profunda admiración por Cristóbal, y la relación entre la diseñadora parisina y el diseñador vasco fue siempre magnífica.

Cristóbal Balenciaga, nacido en el País Vasco, España, en 1895, fue un maestro de la alta costura, conocido por su impecable técnica y su enfoque arquitectónico del diseño.
En la década de 1960, Balenciaga alcanzó la cúspide de su carrera, redefiniendo la silueta femenina con creaciones minimalistas y estructuradas, como el vestido túnica, el corte baby doll y el abrigo en forma de huevo. Su obsesión por la perfección y la pureza de las líneas lo distinguió, dejando un legado de innovación y elegancia atemporal que sigue inspirando a la industria.







