Después de la Primera Guerra Mundial, Rolls-Royce presentó este modelo más pequeño, accesible a un público más joven y más moderno. Podía alcanzar una velocidad máxima de 97 km/h y se apoda ‘el frigorífico’ porque, en la década de los 50, fue intercambiado por un electrodoméstico de este tipo.
Una de las peculiaridades de los Rolls-Royce es que siempre han sido considerados coches muy silenciosos. En la actualidad es muy común, pero sorprende comprobar que en esta época, con sistemas mucho más rudimentarios, ya lo eran.
