En los años 20, las personas adineradas solían encargar carrocerías a medida para transportar todo lo necesario para su pasatiempo favorito: la caza. Pero una década después, se popularizaron los ‘state car’, por su practicidad y polivalencia, convirtiéndose en los precursores de los coches familiares tal y como los conocemos hoy.
Los State Car se definen como coches que se asemejan a los vagones de los trenes y que permiten el traslado de una buena cantidad de objetos y también de la familia al completo sin perder el estatus de vehículo turismo.
El cajón de madera que incluye este modelo es típico en los coches ingleses, donde hay mucha tradición de cacería. Se añadían a la carrocería para poder ampliar el coche hacia atrás y meter a los perros.
Aquí, al igual que en el Rolls-Royce Phantom III, podemos observar que la emblemática insignia está arrodillada. La marca decidió destinar este diseño a los coches pertenecientes a la Casa Real Británica.
